miércoles, 9 de diciembre de 2009

Diente de león


El oficio de extraer y sacar a la luz, lo pequeño, lo olvidado, lo común, lo cotidiano. Y rescatarlo de la muerte, de la agonia, de la vorágina de imagenes que se agolpan en las pupilas cansadas, que se desechan sin el menor ejercicio de la visión.
Ver sin ver, vivir sin vivir. Automáticamente, con anteojeras, como los caballos, con horarios y descansos programados, engranajes de la máquina que nunca para.
Nunca para, hasta que llega una flor, o ni si quiera una flor, un insignifacnte diente de león, un yuyo perdido a la vera de un riacho olvidado.
Que descubre la fragilidad de lo vivo, la espontaneidad de una mirada.
Retenida por el ojo de una máquina.

No es una foto particularmente bella, pero me gusta atrapar lo insignificante y compartirlo.

1 comentario:

  1. Me gustó mucho esta última entrada. Llevas mucha razón, a veces somos como máquinas programadas y no nos paramos a observar los pequeños detalles y cosas preciosas que nos ofrece el mundo en el que vivimos.
    un beso

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